Tenía preparado para vosotros otra historia. Os iba a contar una de mis teorias, pero ya os la contaré otro día. Es que estoy aquí intentando conectarme a Internet para subir la historia que he ido escribiendo en el coche, de camino a este lugar, y estoy viviendo un momento tan alucinante que no puedo dejar de contaroslo.
Estoy sentada en un patio, andaluz sin duda, en un banco de hierro blanco, fresco pese a las temperaturas que por aquí se gastan, y cómodo pese a ser de hierro. Creo que podría estar aquí 2 o 3 horas sin necesidad alguna de cambiar de postura.
Tengo enfrente una fuente con 4 cañitos de agua, que caen y repiquetean, que hacen del lugar un sitio relajante y acogedor. Son las 9 de la noche, y hace una brisa que no mueve las hojas, pero que aviva el alma de los que vivimos en la campiña sevillana.
Es un hotel, pero bien podría ser un patio de vecinos de los que cuentan nuestros mayores. Hay movimiento, tranquilo ajetreo, gente que se prepara para salir a cenar, compañeros de viaje que se saludan al cruzarse... un matrimonio mayor pasa a mi lado, analiza mis rasgo y me da las buenas tardes. Amablemente le contesto.
En el otro lado del patio, alguien acaba de sacar una guitarra española y se ha puesto a tocar. Por sus rasgos y su atuendo, es lo único de español que tiene. Es alucinante, hasta las cejas las tiene rubias. Habla en inglés con su acompañante y empieza a tocar y chapurrear "Noches de bohemia". Es para troncharse. No lo hace mal.
Se le acaban de acercar otras 2 acompañantes de viaje. A ver...japonesas. El compañero de banco, algo más mayor y con los mismos rasgos anglosajones, lima sus uñas distraido, mientras hace que no escucha como su compañero toca y canturrea en spanglish. Cuando termina, lo corrige. Debe ser su profesor, o alguien con más experiencia en la materia.
No os lo perdais, ahora le toca a "Sevilla tiene un color especial". Es para partirse de risa.
Y pienso yo, ¿Qué lleva a estas criaturas hacer lo que hacen? ¿Qué lleva a una persona a cruzar miles de kilómetros llevados por el amor a una guitarra? pero lo mejor es que no lo hace mal. Pero claro, tampoco hay que pensar mucho. Hace lo mismo que haría un amante del jazz andaluz si se va a Nueva Orleans a echar unos días y a aprender algo. Cumplir un sueño. Vivir una experiencia. Aprender de una cultura.
Momentos irrepetibles. Lugares maravillosos. Luces, olores, sonidos.Todo es especial en este momento.
Me iba a despedir de vosotros, pero es que el muchacho, antes de guardar la guitarra ha empezado a tocar el "Oh my loving" de "Los Manolos". No se si tirarme de la risa o ir para allá y darle un beso. No se puede tener más arte, teniendo las cejas tan rubias.
Moraleja: Se puede vivir una experiencia alucinante sentada en un banco, en un hotelito en Sanlucar. Sólo hace falta pararse a descubrirlos. Estos son los grandes momentos que no debemos olvidar cuando ponemos el telediario. Vívelos, recuerdalos y se feliz... pese a todo lo demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario