¡¡Qué
me gustan a mi los Juegos Olímpicos!! Yo no soy persona de poner
nunca la tele por la mañana (como buena Mari moderna, por la mañana
hay muchas cosas que hacer como para ponerse una a ver la tele), pero
ahora que Pedro está de vacaciones, se levanta y pone la tele a ver
que competición está en marcha. La cosa tiene todo el arte. Todo el
día con deportes. Y no es que a mi me gusten los deportes. El resto
de los cuatro años, no me verás tu a mi viendo deporte ninguno, a
no ser que sea el mundial o la Eurocopa de fútbol, y hayamos quedado
todos para echar un rato.
Pero es
que lo que me pasa a mi con los Juegos Olímpicos es aun más grave.
Me meto tanto en el papel, que sufro como los deportistas. Ayer me
quedo dormida a la hora de la siesta y me despierto “arrecía”.
Miro la tele, y estaban echando la natación sincronizada. ¿No voy a
estar “arrecía”, si llevo un buen rato en el agua. Y además
cuando sales del agua, te tienes que poner allí en el podio, muy
tiesa, y no te dan una toallita ni nada. “Arrecía” que me quedé.
Al rato,
después de estar viendo los saltos de la gimnasia artísticas, el
salto del potro que todos hemos hecho en el colegio, pero con tres
mortales para adelante y cayendo clavada como una alcayata, (que por
cierto, que no sabía yo que si te caes de culo en la colchoneta, te
puedes llevar una medalla), y me levando del sofá, con un dolor de
tobillos alucinante. Y es que con tanto salto y tanta caída clavada,
me he destrozado los tobillos.
Y es que
ya os lo digo siempre, que todo en exceso es muy malo, empezando por
el trabajo. Esas criaturas, que llevan toda su vida haciendo deporte
y compitiendo a tan alto nivel, al final acaban con las rodillas, los
tobillos, los hombro y las espaldas “echaitas” abajo.
Porque
claro, para ser un deportista de élite, que llega a los Juegos
Olímpicos, es porque te has llevado toda tu vida entrenando 5 horas
al día, pero no sólo el que gana la medalla, el que queda el
último, también se ha pegado las mismas horas entrenando, sólo que
después cuando compite, gana otro.
Y cuando
te retiras, con treinta años, ¿qué haces? Te has perdido toda tu
niñez y tu adolescencia con horarios casi ilegales para niños,
dejándote la piel en los entrenamientos, luchando contra lesiones y
dolores musculares. Y si no llegas a nada, ¿qué? Si no llegas a
competir nunca en unos Juegos Olímpicos, ¿qué?
Es
demasiado esfuerzo para a los treinta quedarte en paro.
Como el
amigo Michael Phelps, que se retira con 27 años. Increíble, no le
cuadra a nadie. Con 22 medallas ganadas. En el mejor momento de su
carrera. Pero lees las razones y lo entiendes. Se retira por
agotamiento y por depresión. ¿No va a estar cansado y deprimido?
Pero
cuando yo más olímpica me siento, mi verdadero homenaje a los
Juegos Olímpicos, la realizo desde hace mucho tiempo. Se trata de
natación sincronizada sin agua. Como buena costurera, tengo mis
dolores lumbares, y al despertarme por la mañana, me cuesta hasta
darme la vuelta. Así que, para engrasarme las bisagras, me pongo a
hacer estiramientos en la cama, cual sirena de la sincronizada, con
el beneficio de que en la cama, no me tengo que tapar la nariz con la
mano, como cuando lo hago en la piscina (yo es que siempre he sido un
pez de plomo). Y con la guasa de la sincronizada sobre colchón de
viscolástica, ya son algunas a las que he impregnado este espíritu
olímpico, y se dedican también a la sincronizada, pero en la
piscina, aunque nada que ver con nuestras campeonas.
nenaaa, vamos a tener q sacar tiempito para hacer algun deportee,,,,jejejej.q mal me llevo con él ehhh,jejejjee,besitos bonitaaa
ResponderEliminar