Hola a tod@s de nuevo. Ya casi no os acordaréis de mi. Sí, la muchacha esta que hace bolsos y delantales y manteles y cosas de esas muy monas, y de vez en cuando se sienta delante del ordenador a contarle su vida a los demás. Esa, esa soy yo.
Me iba a disculpar de nuevo por haber dejado un poco de lado mi labor de difundir por el mundo mis chaladuras, a través de esta ventana virtual, pero es que yo no soy la culpable. La culpa la tiene Julio Marvizón. Es broma, pobre hombre. Me refiero a que la culpa la tiene este buen tiempo que nos tira a la calle y nos arrastra hasta los parques, bares, cafeterías, campos y demás sitios al aire libre. Si es que a una le da hasta calor ponerse el ordenador encima para escribir.
De todas formas, llevaba mucho tiempo intentando encontrar un rato para hablaros de este tema, que tantas veces se ha comentado en las reuniones que frecuento. Os contaré lo que me pasó hace dos sabados.
Pese a que se auguraba lluvia, razón por la cual se programó el flash mob de flamenco (actividad dentro de la Bienal de Flamenco) en Santa Justa en vez de en la Plaza Nueva, hizo un día fantástico para pasear por las calles de nuestra ciudad. Entre paseo y copiteo, llegamos a un bar en la zona de la Alfalfa que suelo frecuentar cuando visito el centro.
Siempre lo consideré un sitio especial, tanto por mezclar gastronomía tradicional andaluza con nuevas formas de usar los productos típicos de nuestra zona (con un resultado exquisito), como por contar con una plantilla de camareros de la más rancia tradición sevillana. Camareros ágiles y educados, que vociferan tapas a la cocina, mientras apuntan y hacen la cuenta con tiza en la barra.
Cuál no fue mi sorpresa, cuando al llegar al mismo sitio que tantas veces había visitado antes, no encontré lo que buscaba. En su lugar encontré un moderno bar de tapas y raciones, sin los barriles típicos para apoyar las viandas y con una disposición completamente nueva. Tuve que salir y entrar, y mirar los edificios de alrededor. Entré de nuevo y sólo confirmé que era el sitio que buscaba, cuando reconocí a los camareros.
En su defensa diré que la decoración era bastante respetable, con azulejos imitando los suelos hidraulicos tradicionales y la barra imitando una antigua bodega o despacho de vinos.
Además se habia ganado espacio para los clientes. Pero claro, había perdido toda la identidad.
¿Por qué se hace eso? ¿Por qué no existe una normativa que impida que se transforme tanto las cosas hasta que pierden su identidad? ¿No son los bares, tascas, bodegas, restaurantes, parte de nuestra cultura?
En los pueblos mediterráneos donde el clima permite una vida de puertas para afuera de la casa, gran parte de vida se hace en torno a un bar o similar. Quedamos para tomar café con la familia cuando hace tiempo que no la vemos, celebramos triunfos, logros personales, quedamos para tomar una cerveza con un amigo cuando necesitamos contar nuestras penas. Haced memoria. ¿Cuántas cosas que han marcado vuestra vida, risas, celebraciones, eventos, los habeis vivido en un bar? ¿Cuántas veces os habeis enamorado o desenamorado en un bar? ¿No merecen que los tomemos como parte de nuestra vida, de nuestra cultura?
Y si esto es así, y existen sitios especiales, genuinos, únicos, que han resistido el paso de los años, con barras de madera raidas por el paso del tiempo y el paso de la balleta, ¿no merecen que los cuidemos y los conservemos como parte de nuestra cultura?
Una seña de identidad tan andaluza como es el flamenco, ha nacido, crecido, evolucionado en bares, tascas y tabernas, cuyas paredes han sido espejos de grandes maestros y creadores. ¿No merecen que sean conservados como museos vivos de la historia del flamenco? ¿Por qué puede llegar alguien y destrozarlo, y montar una tienda de electrodomésticos?
La cultura no es lo que alguien con determinado cargo político determine que es cultura. La cultura es la expresión que sale del pueblo y llega al pueblo. No esperemos que sean otros los que nos digan que es lo que tenemos que querer, cuidar y conservar. Vamos a luchar por que sitios especiales sigan siendo especiales. En la medida en que cada uno pueda. Empecemos desde nosotros mismos. El poder del cambio está en la persona individual. Empieza por nosotros mismos. Nosotros somos y seremos lo que queramos ser.
Nuestra cultura se vive en la calle a termina siempre metida en un bar, compartiendo vivencias con los que nos rodean. Reconozcamos a los bares como parte de nuestra cultura, y demosle el valor que se merecen.
Os dejo pensando.
Un beso a tod@s.